La verdad.
Sólo en un lugar apartado podría estar.
En aquel día, que no era de verano, el solo parecía un avispero. Se encontraba en un tejado de Delhi pensando en lo bonito que era todo lo que le sucedería en los días venideros. No podía ver más allá de su pasado o futuro. La vista era espectacular, azoteas desiertas pero más vivas que muchos cuartos de estar, niños por la calle con cometas, vacas, claxones... Los peores momentos siempre se daban rodeado de situaciones fántasticas. Ya lo decía el genio del tebeo, no hay nada más deprimente que un ambiente de fiesta.
Se acurrucó en un banco mientras decidía cuáles serían las conversaciones que querría evitar. Rodeado de gente de Asia y de Europa, levantaba la cabeza para hacer ver que no le dolía el tiempo que perdía en situaciones cómo esas.
Apareció un indio. Una especie de molúsco ancestral. Lo había visto antes en una fiesta de disfraces, disfrazado de mono. En aquella fiesta él había pensado disfrazarse de domador de tigres que había perdido su tigre, esperando encontrar a alguno suelto en la fiesta. Al final se decidió por un sencillo disfráz de rickshawwala. Bidis, dhoti y camiseta sudada.
El indio se sentó a su lado y quiso parecer (ser) simpático. A lo Mickey Mouse, empezó la conversación. Le habló del abridor de las botellas que no encontraba por ningún sitio. Le explicó como el podía abrirlas con un mordisco. "Vaya estupidez va a hacer este tipo", pensó mientras puso cara de grima. Una vez el diente de un amigo le golpeó la cara. Otro amigo le había dado un raquetazo en toda la boca partíendole la dentadura. El partido se quedó suspendido para siempre en el cuarto set, sin ganadores ni vencidos, aunque todos perdieron, claro.
El indio Manoj, le parecía un tipo secundario. Quería ganarse su amistad y eso ya siempre le quitaba interés a alguien. Él decidió usar su estrategia de no acción-persuasión o lo que sea. El Manoj en cuestión tendría que demostrar algo su valía para poder acercarse. Le dejó hablar haciendo ver que mostraba mucha atención (en realidad la mostraba pero de una manera más global). Manoj, ante tanta libertad de expresión, se quedó vació. Entonces llegó el momento.
"¿¿Cómo dices que te llamabás??", le espetó.
"Manoj", respondió seguro.
- Me gustaría sacar una guitarra y ponerme a tocarla, sin embargo no tengo ninguna y no sé tocarla. ¿Lo harías tú por mí?
- Yo no sé tocar la guitarra tampoco.
- Lo siento, eso no es una respuesta a la pregunta.
La cara de Manoj no ofreció lugar a la duda. Le miró con cara de tener ganas de tocar con todas sus fuerzas, no una guitarra, sino una gigantesca trompeta y reventarle el tímpano. Se quedó parado por un instante como un pájaro atontado por el calor y pasó sus brazos por detrás de la espalda, a camara lenta. Sus hombros se dislocaron y volvieron a colocarse en su sitio.
- No podría tocarla nunca por ti. ¿No?
- Yo nunca podré hacer eso que acabas de hacer. Lo de los brazos, digo.
- Quizás sí.
- Pienso que lo mínimo es expresar tu deseo al mundo, por tonto que parezca. Tú y yo, aquí, rodeados el uno del otro, no podemos esperar más que cosas simples, sin saber si son posible o no.
Sabes, en Madrid hay carriles por los que sólo pueden circular coches con dos o más ocupantes. Esta prohibido si vas solo.
- No te entiendo.
- Pues que a no ser que en el coche vayan más de dos personas, el coche no puede ir por ciertos caminos.
- ¿Y eso por qué?
- Pues no tengo ni idea, aunque tiene que ver con la mejora de la movilidad urbana. Pero desde que estoy en India pienso que es aquí donde los individuos no pueden circular por ciertos lugares a no ser que tengan dos o más ocupantes dentro. De su cuerpo, digo.
- Bueno en India llevarías pasajeros de tus anteriores vidas, eso es lo que dicen. Lo de la movilidad urbana no lo había oido nunca.
- ¿Cuántos pasajeros pueden ser esos? La movilidad urbana sirve para que no pares de moverte, lo necesites o no.
- Bueno imagínate un gran autobús en el que van todo tipo de gente y animales.
- ¿Animales? ¿Pueden ir osos y águilas también?
- Me imagino que sí. Claro, además seguro que conducen también.
- El autobús siempre lo conduces tú, ¿no?
- No, no...nunca lo conduces. Tú eres el autobús.
- Creo que una tipa buenorra, perfumada, medio piripi y con escote conduce ahora el mío
- ¿Piripi?
- Contentilla, medio borracha.
- Será ella la que tiene el maldito abridor.
- Yo puedo intentar abrir la cerveza con la boca o la mano, aunque no puedo acompañarte estoy tomando antibióticos. Y quizás si lo intento tenga que tomar muchos más.
- Bueno, está bien. En realidad lo que me apetece ahora es tocar la guitarra.
- ¿Vamos?
- ¿A dónde?
- Al sitio donde todo el mundo toca la guitarra sin saber.
- ¿Habrá sitio? Para aparcar, digo. Dos grandes autobuses.
- Confiémos en la movilidad urbana , ¿no?
Sonó música durante el viaje.
Sólo en un lugar apartado podría estar.
En aquel día, que no era de verano, el solo parecía un avispero. Se encontraba en un tejado de Delhi pensando en lo bonito que era todo lo que le sucedería en los días venideros. No podía ver más allá de su pasado o futuro. La vista era espectacular, azoteas desiertas pero más vivas que muchos cuartos de estar, niños por la calle con cometas, vacas, claxones... Los peores momentos siempre se daban rodeado de situaciones fántasticas. Ya lo decía el genio del tebeo, no hay nada más deprimente que un ambiente de fiesta.
Se acurrucó en un banco mientras decidía cuáles serían las conversaciones que querría evitar. Rodeado de gente de Asia y de Europa, levantaba la cabeza para hacer ver que no le dolía el tiempo que perdía en situaciones cómo esas.
Apareció un indio. Una especie de molúsco ancestral. Lo había visto antes en una fiesta de disfraces, disfrazado de mono. En aquella fiesta él había pensado disfrazarse de domador de tigres que había perdido su tigre, esperando encontrar a alguno suelto en la fiesta. Al final se decidió por un sencillo disfráz de rickshawwala. Bidis, dhoti y camiseta sudada.
El indio se sentó a su lado y quiso parecer (ser) simpático. A lo Mickey Mouse, empezó la conversación. Le habló del abridor de las botellas que no encontraba por ningún sitio. Le explicó como el podía abrirlas con un mordisco. "Vaya estupidez va a hacer este tipo", pensó mientras puso cara de grima. Una vez el diente de un amigo le golpeó la cara. Otro amigo le había dado un raquetazo en toda la boca partíendole la dentadura. El partido se quedó suspendido para siempre en el cuarto set, sin ganadores ni vencidos, aunque todos perdieron, claro.
El indio Manoj, le parecía un tipo secundario. Quería ganarse su amistad y eso ya siempre le quitaba interés a alguien. Él decidió usar su estrategia de no acción-persuasión o lo que sea. El Manoj en cuestión tendría que demostrar algo su valía para poder acercarse. Le dejó hablar haciendo ver que mostraba mucha atención (en realidad la mostraba pero de una manera más global). Manoj, ante tanta libertad de expresión, se quedó vació. Entonces llegó el momento.
"¿¿Cómo dices que te llamabás??", le espetó.
"Manoj", respondió seguro.
- Me gustaría sacar una guitarra y ponerme a tocarla, sin embargo no tengo ninguna y no sé tocarla. ¿Lo harías tú por mí?
- Yo no sé tocar la guitarra tampoco.
- Lo siento, eso no es una respuesta a la pregunta.
La cara de Manoj no ofreció lugar a la duda. Le miró con cara de tener ganas de tocar con todas sus fuerzas, no una guitarra, sino una gigantesca trompeta y reventarle el tímpano. Se quedó parado por un instante como un pájaro atontado por el calor y pasó sus brazos por detrás de la espalda, a camara lenta. Sus hombros se dislocaron y volvieron a colocarse en su sitio.
- No podría tocarla nunca por ti. ¿No?
- Yo nunca podré hacer eso que acabas de hacer. Lo de los brazos, digo.
- Quizás sí.
- Pienso que lo mínimo es expresar tu deseo al mundo, por tonto que parezca. Tú y yo, aquí, rodeados el uno del otro, no podemos esperar más que cosas simples, sin saber si son posible o no.
Sabes, en Madrid hay carriles por los que sólo pueden circular coches con dos o más ocupantes. Esta prohibido si vas solo.
- No te entiendo.
- Pues que a no ser que en el coche vayan más de dos personas, el coche no puede ir por ciertos caminos.
- ¿Y eso por qué?
- Pues no tengo ni idea, aunque tiene que ver con la mejora de la movilidad urbana. Pero desde que estoy en India pienso que es aquí donde los individuos no pueden circular por ciertos lugares a no ser que tengan dos o más ocupantes dentro. De su cuerpo, digo.
- Bueno en India llevarías pasajeros de tus anteriores vidas, eso es lo que dicen. Lo de la movilidad urbana no lo había oido nunca.
- ¿Cuántos pasajeros pueden ser esos? La movilidad urbana sirve para que no pares de moverte, lo necesites o no.
- Bueno imagínate un gran autobús en el que van todo tipo de gente y animales.
- ¿Animales? ¿Pueden ir osos y águilas también?
- Me imagino que sí. Claro, además seguro que conducen también.
- El autobús siempre lo conduces tú, ¿no?
- No, no...nunca lo conduces. Tú eres el autobús.
- Creo que una tipa buenorra, perfumada, medio piripi y con escote conduce ahora el mío
- ¿Piripi?
- Contentilla, medio borracha.
- Será ella la que tiene el maldito abridor.
- Yo puedo intentar abrir la cerveza con la boca o la mano, aunque no puedo acompañarte estoy tomando antibióticos. Y quizás si lo intento tenga que tomar muchos más.
- Bueno, está bien. En realidad lo que me apetece ahora es tocar la guitarra.
- ¿Vamos?
- ¿A dónde?
- Al sitio donde todo el mundo toca la guitarra sin saber.
- ¿Habrá sitio? Para aparcar, digo. Dos grandes autobuses.
- Confiémos en la movilidad urbana , ¿no?
Sonó música durante el viaje.