Saturday, June 25, 2011

Demonios y palomas

Hay un momento en el que uno ya no sabe si va a crecer más.

Cuando uno tiene 14 o 15 años la gente, y uno mismo, supone que le quedan muchos centímetros por crecer. Suele decirse "aún no ha dado el estirón", "ya no va a crecer más". Son frases que sirven para comparar a una persona con el resto. Lo comparan con lo altos que son en su familia y entonces emiten un juicio de valor. Esto la gente lo hace muy segura de sí misma como si tuviesen un método científico infalible - seguro que lo hay - , cuando en el fondo casi todas son predicciones basadas en su propia experiencia. Un juicio más.

¿ Qué ocurriría si una persona no dejase de crecer y crecer ? Si esa persona continuase creciendo, aunque fuese muy poco a poco, sería un caso excepcional y probablemente le traería muchos problemas. Sería una persona rara, sola y que daría un poco de miedo, no por su aspecto, sino por romper ese método científico que dice sí, no o quizás todavía.

Imaginemos en alto. Pensemos a lo grande. Un chaval cariñoso de 16 años que crece y crece. No para. Los padres de este chico y él mismo ya han visto esta película en la televisión y lo primero que hacen es lo que haríamos muchos, meterse en el mundo del baloncesto para que el chaval se sienta a gusto entre gente alta y otras cosas. Al chaval nadie le preguntó, el sigue creciendo y eso le convierte en un bicho raro que no parece que pueda regirse por sí mismo. Además, qué otra cosa puede hacer!

El chaval, ahora ya en contra de su voluntad, sigue creciendo. Pide ayuda a una amiga para que colabore en el proceso de parar este frenesí de crecer y crecer. La amiga le pregunta cómo, y el contesta. Nos tenemos que hacer novios y casarnos después.

Piensa que si su corazón está ligado a algo con los pies en el suelo entonces dejará de crecer y de alejarse de la tierra, por una mera cuestión de apegos. Pero... ¿tú me quieres? Mi corazón crece cada día y eso hace que sea un poco traidor pero sí te quiere. Vivo un poco disgustado pero te quiero.

La ya novia accede pero le comenta su miedo a ser ella la que empiece a crecer non stop, por un tema de apegos. El contesta que algún centimetro más no le harían ningún mal.

Los dos se van a un templo budista porque los otros les dan más vergüenza y esas cosas. Él entra de rodillas por respeto y porque no entra de otra manera. Ella le comenta, ahora vía walkie talkie por eso de no tener que chillarse de arriba a abajo, que está nerviosa porque tanto crecimiento siempre suele terminar en una crisis, una caida en picado o un aumento de la prima de riesgo. Le pregunta si no será lo suyo una burbuja. Cambio. No es una burbuja porque ya habría estallado, a las burbujas con que les de un poco el viento explotan y no queda nada. Además los expertos dicen que cada vez son más raras y quedan menos. Cambio. ¿ Te has fijado en los demonios pintados de las paredes ? Cambio. Sí, son realmente aterradores. Me pregunto si ellos también fueron un día niños pequeños y jugaron con pompas que explotan. No he podido resistir pintarle a uno un bigote, creo que me he pasado, parece ahora Cantinflas. Cambio y corto.

Esperaban y esperaban a que saliese un sacerdote. La chica a ras de suelo era la encargada de ser novia y mensajera para el novio que estaba a tres metros y pico del suelo. Este parecía meditar o dormir, era difícil saberlo desde abajo.

Salió un pequeño monje y se les quedó mirando. La chica preguntó si era el sacerdote. El monje dijo que ellos no tienen sacerdotes y que para lo de la boda mejor que se fuesen a Las Vegas o a una embajada que mola más. La chica le comentó brevemente su caso y todo lo que rodeaba al extraño fenómeno del crecimiento del chaval.

El monje, que se llamaba Alberto como el hermano de la novia, les indicó que le siguieran. Nos movemos. Cambio. Despierta ya. Cambio. Estaba alucinando con las palomas, parece como si me hablasen, disculpa. Cambio. Palomas?! Mueve el culo. Cambio y corto.

El monje le pidió que encendiesen unas cuantas velas que estaban colgando a cuatro metros de altura. El chaval lo hico muy contento, disfrutando de lo fácil que le resultaba. Le dijo después que aceptase su condición como un regalo que a veces no sabría o no podría utilizar. Esto le podría traer problemas pero no debía preocuparse, debía aceptarse y no tratar de ir contracorriente o caminar jorobado. Hay que aceptar los misterios de la vida y sus designios, y más si se trata de designios tan grandes como este. Cambio. Ya pero tengo la sensación de que mi destino o designio, como tú lo llamas, está siendo manoseado constantemente y que todo esto es una mala broma. Cambio. Todos los destinos están en una bolsa gigante y son tratados igual, no te preocupes. Cambio. Trataré de conseguirlo pero por aquí arriba se está muy solo. Cambio. ¿ Solo ? Ahora con internet todo el mundo está solo. Ni el más grande ni el más pequeño estará abandonado mientras cuide de los asuntos medianos. Cambio y corto.

Thursday, June 23, 2011

Paracaídas

En el sueño era un paracaidista del ejercito alemán . Tenía dos hijos y una mujer que vivían en un pueblo de aceras de piedra. Me había enrolado en el ejercito para vencer mi miedo a matar y a morir. No lo consulté con nadie. Solo fui a la oficina de reclutamiento y me alisté con otro nombre.

Hoy tocaba saltar en una zona de combate. A pesar de llevar casi cuatro años en el ejercito, lo de las tácticas y técnicas de estrategia no se me daba nada bien. Había vencido mi miedo a morir - ahora saltaba cada semana en lugares de combate - y a matar. Ya llevaba matados muchos enemigos, alguno de una simple patada en el cuello directamente cuando caía de mi paracaídas. Sin embargo lo de las estrategias lo veía demasiado cruel y organizado. Mi afán por el ejercito era puramente personal o instintivo. No quería proteger un país o una patria, una bandera o religión. Yo quería ver a mis enemigos a los ojos y después vivir o morir. Lo de prepar una emboscada o un ataque muy eleborado me parecía de sanguijuelas o comadrejas.

Ahora que ya llevaba unos años saltando y matando pensaba que mi cuerpo y ganas estaban saciados de retos. Ya no me veía tan cobarde y eso era lo importante. Seguía en el ejercito por el miedo a que ese sentimiento volviese de imprevisto algún día. Seguía un día, una semana más, para sepultarlo más y más adentro.

Me imagino que es una cuestión de respeto. Tomé la decisión de ir al ejercito pasando por encima del respeto a mi familia pero para sentir que me respetaba a mí mismo.

El día que me iba a enrolar, llevé a mi familia a comer al campo y les mentí todo lo que pude, les dije que ya no tomaría tanto alcohol, que me tomaría las pastillas que el médico me recetó para mi salud, les pedí perdón y una oportunidad para empezar de nuevo. Ellos me abrazaron y lloraron de alegría y pena, por nuestro tiempo perdido. Pensaron que tenían un padre de verdad por un día y que yo los quise de verdad. Lo cierto es que ya no podía seguir metiendo miedos en mi familia, y decidí apartarme como un apestado. No me importaba morirme y para ello fui directo a por mis miedos. Con un hambre voraz.

Todos los días me despierto y de forma mecánica beso los rostros de mis hijos, miro el rostro de mi mujer y lo acaricio. Ya no hay nada entre nosotros pero yo actúo como si fuese su salvador. Arranqué brutalmente lo que consideraba podrido. Yo mismo. Y me fui a nunguna parte, sin más.

Hoy saltaré por última vez y mañana dejaré el ejercito. Aquí no hay despedidas bonitas, solo despedidas, día sí, día también. Ahora tengo otros síndromes, estoy más loco por la sangre que he visto. Son embargo quiero salir. Quiero volver al barrio donde viví hace ya y ver si puedo ser mínimamente feliz conmigo mismo. Solo me queda hoy. Bajaré a los infiernos por última vez y me aseguraré de que nadie me siga nunca más.

Salto del avión y aterrizo en un fuego cruzado. Dos de mis compañeros están heridos. Los ayudo como puedo y sigo corriendo al punto de encuentro. Me cruzo con un soldado que me mira y me dispara. La bala rebota en mi casco y sigo corriendo, solo oigo el metal que resuena. No hay quien me pare.