Sunday, December 27, 2009

Transparente

La gente volvía de la fiesta en un Maruti destartalado. La ventanilla del coche, que traía a los últimos en salir, estaba medio abierta. La luz de la mañana daba vueltas alrededor del coche y el aire que entraba era fresco. Todo aquello era un tiovivo montado con blancos chorros de aire. El momento parecía sacado de una película en la que todos los protagonistas podían estar a punto de casarse o suicidarse.

Delante y por el camino, el que sería para T. su mejor antídoto durante muchos años: la vista de una ciudad inabarcable amaneciendo. La luz del sunrise entrando en las tiendas y en un coche lleno de basura - o una especie de objetos parecidos a la basura - con la música de los Dr. Feelgood, ratificaba que había elegido bien el momento de vuelta a casa.

Conducía C., y V. estiraba sus pies fuera del coche. Sus pies sangraban pero a nadie de los que se suponía le debía importar aquel detalle, entre ellos la misma V, parecía percatarse de ello. Su sangre era el combustible vital que se iban dejando en el asfalto.

El coctel, o fiesta con zombies sirviendo comida, estuvo llena de gente no invitada que parecían llevarse mejor que los propios invitados, a pesar de que estaban acreditados como amigos por un papel. No hay que esperar nunca mucho de los invitados que van a las fiestas, son mucho más predecibles. Están mucho más seguros pasé lo que pase, pensó T..

T. gritó y alzó mucho la voz. Parate C, dijo. Pero nadie parecía hacer caso, así que repitió la idea con otras palabras, las más parecidas a un sacerdote o policía que encontró. Detén el coche, C., debemos parar está perdiendo mucha sangre.

¿Qué pasa? Contestó alguien. T. abrió la puerta con el coche en marcha para demostrar que iba en serio y que no era momento de detalles, sacando ese ánimo cansado de dar explicaciones entre invitados.

Finalmente el coche se detuvo en una parte del arcén que parecía una casilla de ajedrez. La sangré empezó a caer en las piedras cuadriculares como si realmente estuviese escrito que en los tableros de ajedrez tiene que haber sangre fresca. De la de verdad.

Que alguien me pase un pañuelo o que se haga pasar por médico, dijo T. ¿Cómo? Volvió a decir la misma voz de antes pero mucho más dulce. Esta chica está perdiendo sangre. Aquí hay mucha sangre.

La gente, el número escandalosamente indeterminado que cabe en un Maruti indio con bastantes restos de basura en su interior, se alteró ahora como T. esperaba que hubiesen hecho antes cuando se coló en el coche. Fue la palabra sangre, junto con el levantado gesto de enseñarla solemnemente con la palma abierta, lo que hizo que la gente sacase sus móviles al unísono como si fuesen a indispensables en ese momento.

V. no se movió. Sus pies sangraban como si culpasen a los cristales clavados de todos los males de su vida, que a T. en ese momento le parecieron infinitos. V. estaba viva todavía. Los cristales estaban muertos pero mataban parte de ella. T. no estaba ni quería estar pero sentía que se esperaba algo de él. Pensaba en cómo se había pasado toda la noche intentando escapar de cualquier roce con todo el mundo y ahora estaba dirigiendo una operación en los pies sangrantes de esta mujer. Ahora era el anfitrión desesperado por controlar esta fiesta con sangre de por medio.

¿Alguien sabe cantar? Preguntó T.. Nadie dijo nada durante unos segundos. Una chica con cara de uva de nochevieja dijo que podía cantar si era necesario. Bien, pues canta algo que te recuerde a tus padres, le dijo T.. Trata de pensar que están aquí, que estamos en una fiesta de adultos. Cuando dijo adultos se dio cuenta de la tontería que acababa de decir.

Se remangó la camiseta. Le dijo a V. que escuchase la canción y que no pensase en nada, que no tenía nada más que una nota musical en el pie y que se la iba a intentar colocar. T. escuchó la canción que decía algo de un niño que volaba una cometa . Cometa? Este momento lo he vivido ya, pensó antes de mandar la señal desde su cerebro.

CRACK!

El cristal salió y se cayó al suelo, lo pisó con la fuerza y pausa de un elefante. Se acordó de que tenía que llamar a casa para decir que los quería a todos.


Wednesday, November 04, 2009

Moderación gitana

Tuvo la suerte de hablar con una de las reinas gitanas. Mencionó con cuidado los sentimientos de los hombres. Comunes.

Dijo de él que buscaba un sentimiento de pertenencia. Enseguida lo entendió y siguió a la suyo, como Rómulo y Remo. Mamando como un poseso.

Paseando por la ciudad se encuentra con multitudes de edificios antiguos, con manzanas y manzanas repletas de gente, tantas que él se desborda por dentro. De entre tanto y tanto, no consigue agarrar nada, y eso hace que en su cabeza se multipliquen los sonidos de una batería. La misma sensación de siempre, piensa, cuantas cosas en este mundo.

Si esperas lo de fuera que nunca llega, siempre parece que pierdes. Vives como un gigante deforme en un aeropuerto al que la gente ve, pero nadie toca. Todos quieren crecer más y más, menos tú, que sólo esperas calor. Miras las colas de gente y los asientos ocupados esperando que te regalen una historia para vivirla. Da igual que sea de ahora o antigua, sólo cuélgala en youtube.

Cuando nada llega, llamas a tu amigo común, que tiene una estatura normal y una constitución aceptable, para que te deje acercarte a su tocador repleto de besos. La vida se vuelve amarillentamente hepatética. Te dan ganas de dar la vuelta a tu barcaza y emitir señal pirata. Las señales de prohibido te visitan más a menudo y te dicen que dejes de improvisar. La calle se vuelve una fábrica en donde todas las ninfas producen máquina herramienta para almacenar.

Y entonces llega el vendedor de silbatos. Andando despacio, como Casiopea. Te dice que puedes volar y que no tienes que sufrir porque otros arrastren los pies. Te dice que las nubes no pasan porque tú las mires, sino porque existes y eres una de ellas. A continuación da de comer a un perro y a un montón de ratas. Sólo hay un dios, y siempre es presente. Lo dice la letra pequeña de todas las leyes.

Ponte las zapatillas y camina. Si no es ahora... ¿Cuándo? Da igual que pienses que estás en tiempo de descuento, esos son los goles más celebrados y más difíciles, ¿o no?

La vida es verde, ahora, como esa pradera donde todas las tardes los niños juegan al futbol.


Friday, July 10, 2009

Preshant con piedra en mano

La gente habla del presente.
La gente habla.
La gente.

Presente no hay más que dos. El que se vive y el que no se vive, siempre más agraciado que el primero. Ese es el que nunca se equivoca. Ese es el que nunca tiene una palabra menos ni una más. Compuesto por Mozart.

Mientras tanto la gente, y uno mismo, carga con piedras para tirárselas al que sí ha vivido y determina el caché. El presente que se vive lo puedes encontrar en youtube. Es mundano y ruidoso. El otro tienes que buscarlo en las conversaciones ajenas, vamos en facebook, que es donde ves ahora más conversaciones que nunca, y también las más ajenas.

A un hijo tuerto siempre le llamarás hijo, y por su nombre, nunca le llamarás tuerto. Si el presente vivido es tu hijo, por qué tirarle piedras y reirte de él comparándolo con el que no ha sido ni será. Digo yo, perdone usted. Perdonado.

Ama a la gente porque son ellos los que te rodearán cuando revienten tus tuberías. Porque son ellos los que bailarán a ritmo de polka tus desgracias y lloraran tus alegrías. Como tú te has presentado a ellos.

En un pueblo de India, un chico le tiró una piedra a un picatoste rico. Le dijo que no fue a propósito pero el mandamás le dio una torta que le cruzó la cara. El chaval vio el mundo, los pájaros moverse de un lado a otro. Se movía su cara. Eran las bofetadas que le daban todos los del pueblo.

-¿Por qué me pegáis si todos le odiamos? - dijo el niño sangrando odio por la nariz.
- Yo sólo quería jugar a las piedras y sin querer le pegué en la cabeza.

Nadie dijo nada. Sólo un pequeño anciano o anciana - imposible de discernir su sexo -, que también había pegado pero casi no provocó dolor, se acercó y dijo :

- Lo sentimos a medias, pequeño Preshant. Entiende que representa el presente que no viviremos jamás.

Friday, May 22, 2009

Batido en rosa

Todos buscábamos el amor por las esquinas.
Todos reíamos en blanco mineral.
Llovían flechas de goma entre nosotros
la mirada del otro se significó,
dejó de ser un papel arrugado en la esquina.

Sonreí y te mentí. Para creer en el pasado.

Dibuje mis piernas cruzadas en un cesped nuevo
salvé todos tus recuerdos
cadenas de flores entre los dos.

Admití que te ame siempre cuando vi tu destino atado a un árbol
te seguí por montañas alicatadas en blanco.

Solo.

Las rocas empezaron a ser redondas y soleadas
fotos de otras personas contigo aparecían en el camino.
Sin dejar de sufrir mamé todos los pezones robados,
castigando murmullos.

En los jardines del amor sánscrito un perro me guió
hasta ti. Sus pulgas olían a nicotina.
Llegaste en un barco de pequeños troncos del futuro.
Navegamos juntos y me contaste las historias de tu niñez.

La gran cascada se oyó a lo lejos,
me puse nervioso pero tú miraste dentro de mí.
"Ya confías en mí, no tienes miedo".
El torrente llenó mis pulmones y me elevó por los aires como a un personaje barato de playstation. No podía respirar.

Esa ola me sacó de tu lado
me dejo en la orilla de la sinrazón.
Te quitaste.
Vi la renuncia de tus ojos,
sin gafas ni genes de por medio.
Me pedían que andase y sintiese.

Yo escribiría ahora la sálida en globo rosa,
del padre y el hijo.

Sin besos encintados ni credos de autor.

Juntos
Por encima de ti y de mí.