Friday, July 01, 2011

Calle



Ahora que voy siempre
un año por detrás
dejaré que suba y baje
que actúe y reflexione,
que al final son siempre mentiras
lo que sale
de las patas del ciempiés de las virtudes
cuando recorre la calle
del amor y la muerte.




Saturday, June 25, 2011

Demonios y palomas

Hay un momento en el que uno ya no sabe si va a crecer más.

Cuando uno tiene 14 o 15 años la gente, y uno mismo, supone que le quedan muchos centímetros por crecer. Suele decirse "aún no ha dado el estirón", "ya no va a crecer más". Son frases que sirven para comparar a una persona con el resto. Lo comparan con lo altos que son en su familia y entonces emiten un juicio de valor. Esto la gente lo hace muy segura de sí misma como si tuviesen un método científico infalible - seguro que lo hay - , cuando en el fondo casi todas son predicciones basadas en su propia experiencia. Un juicio más.

¿ Qué ocurriría si una persona no dejase de crecer y crecer ? Si esa persona continuase creciendo, aunque fuese muy poco a poco, sería un caso excepcional y probablemente le traería muchos problemas. Sería una persona rara, sola y que daría un poco de miedo, no por su aspecto, sino por romper ese método científico que dice sí, no o quizás todavía.

Imaginemos en alto. Pensemos a lo grande. Un chaval cariñoso de 16 años que crece y crece. No para. Los padres de este chico y él mismo ya han visto esta película en la televisión y lo primero que hacen es lo que haríamos muchos, meterse en el mundo del baloncesto para que el chaval se sienta a gusto entre gente alta y otras cosas. Al chaval nadie le preguntó, el sigue creciendo y eso le convierte en un bicho raro que no parece que pueda regirse por sí mismo. Además, qué otra cosa puede hacer!

El chaval, ahora ya en contra de su voluntad, sigue creciendo. Pide ayuda a una amiga para que colabore en el proceso de parar este frenesí de crecer y crecer. La amiga le pregunta cómo, y el contesta. Nos tenemos que hacer novios y casarnos después.

Piensa que si su corazón está ligado a algo con los pies en el suelo entonces dejará de crecer y de alejarse de la tierra, por una mera cuestión de apegos. Pero... ¿tú me quieres? Mi corazón crece cada día y eso hace que sea un poco traidor pero sí te quiere. Vivo un poco disgustado pero te quiero.

La ya novia accede pero le comenta su miedo a ser ella la que empiece a crecer non stop, por un tema de apegos. El contesta que algún centimetro más no le harían ningún mal.

Los dos se van a un templo budista porque los otros les dan más vergüenza y esas cosas. Él entra de rodillas por respeto y porque no entra de otra manera. Ella le comenta, ahora vía walkie talkie por eso de no tener que chillarse de arriba a abajo, que está nerviosa porque tanto crecimiento siempre suele terminar en una crisis, una caida en picado o un aumento de la prima de riesgo. Le pregunta si no será lo suyo una burbuja. Cambio. No es una burbuja porque ya habría estallado, a las burbujas con que les de un poco el viento explotan y no queda nada. Además los expertos dicen que cada vez son más raras y quedan menos. Cambio. ¿ Te has fijado en los demonios pintados de las paredes ? Cambio. Sí, son realmente aterradores. Me pregunto si ellos también fueron un día niños pequeños y jugaron con pompas que explotan. No he podido resistir pintarle a uno un bigote, creo que me he pasado, parece ahora Cantinflas. Cambio y corto.

Esperaban y esperaban a que saliese un sacerdote. La chica a ras de suelo era la encargada de ser novia y mensajera para el novio que estaba a tres metros y pico del suelo. Este parecía meditar o dormir, era difícil saberlo desde abajo.

Salió un pequeño monje y se les quedó mirando. La chica preguntó si era el sacerdote. El monje dijo que ellos no tienen sacerdotes y que para lo de la boda mejor que se fuesen a Las Vegas o a una embajada que mola más. La chica le comentó brevemente su caso y todo lo que rodeaba al extraño fenómeno del crecimiento del chaval.

El monje, que se llamaba Alberto como el hermano de la novia, les indicó que le siguieran. Nos movemos. Cambio. Despierta ya. Cambio. Estaba alucinando con las palomas, parece como si me hablasen, disculpa. Cambio. Palomas?! Mueve el culo. Cambio y corto.

El monje le pidió que encendiesen unas cuantas velas que estaban colgando a cuatro metros de altura. El chaval lo hico muy contento, disfrutando de lo fácil que le resultaba. Le dijo después que aceptase su condición como un regalo que a veces no sabría o no podría utilizar. Esto le podría traer problemas pero no debía preocuparse, debía aceptarse y no tratar de ir contracorriente o caminar jorobado. Hay que aceptar los misterios de la vida y sus designios, y más si se trata de designios tan grandes como este. Cambio. Ya pero tengo la sensación de que mi destino o designio, como tú lo llamas, está siendo manoseado constantemente y que todo esto es una mala broma. Cambio. Todos los destinos están en una bolsa gigante y son tratados igual, no te preocupes. Cambio. Trataré de conseguirlo pero por aquí arriba se está muy solo. Cambio. ¿ Solo ? Ahora con internet todo el mundo está solo. Ni el más grande ni el más pequeño estará abandonado mientras cuide de los asuntos medianos. Cambio y corto.

Thursday, June 23, 2011

Paracaídas

En el sueño era un paracaidista del ejercito alemán . Tenía dos hijos y una mujer que vivían en un pueblo de aceras de piedra. Me había enrolado en el ejercito para vencer mi miedo a matar y a morir. No lo consulté con nadie. Solo fui a la oficina de reclutamiento y me alisté con otro nombre.

Hoy tocaba saltar en una zona de combate. A pesar de llevar casi cuatro años en el ejercito, lo de las tácticas y técnicas de estrategia no se me daba nada bien. Había vencido mi miedo a morir - ahora saltaba cada semana en lugares de combate - y a matar. Ya llevaba matados muchos enemigos, alguno de una simple patada en el cuello directamente cuando caía de mi paracaídas. Sin embargo lo de las estrategias lo veía demasiado cruel y organizado. Mi afán por el ejercito era puramente personal o instintivo. No quería proteger un país o una patria, una bandera o religión. Yo quería ver a mis enemigos a los ojos y después vivir o morir. Lo de prepar una emboscada o un ataque muy eleborado me parecía de sanguijuelas o comadrejas.

Ahora que ya llevaba unos años saltando y matando pensaba que mi cuerpo y ganas estaban saciados de retos. Ya no me veía tan cobarde y eso era lo importante. Seguía en el ejercito por el miedo a que ese sentimiento volviese de imprevisto algún día. Seguía un día, una semana más, para sepultarlo más y más adentro.

Me imagino que es una cuestión de respeto. Tomé la decisión de ir al ejercito pasando por encima del respeto a mi familia pero para sentir que me respetaba a mí mismo.

El día que me iba a enrolar, llevé a mi familia a comer al campo y les mentí todo lo que pude, les dije que ya no tomaría tanto alcohol, que me tomaría las pastillas que el médico me recetó para mi salud, les pedí perdón y una oportunidad para empezar de nuevo. Ellos me abrazaron y lloraron de alegría y pena, por nuestro tiempo perdido. Pensaron que tenían un padre de verdad por un día y que yo los quise de verdad. Lo cierto es que ya no podía seguir metiendo miedos en mi familia, y decidí apartarme como un apestado. No me importaba morirme y para ello fui directo a por mis miedos. Con un hambre voraz.

Todos los días me despierto y de forma mecánica beso los rostros de mis hijos, miro el rostro de mi mujer y lo acaricio. Ya no hay nada entre nosotros pero yo actúo como si fuese su salvador. Arranqué brutalmente lo que consideraba podrido. Yo mismo. Y me fui a nunguna parte, sin más.

Hoy saltaré por última vez y mañana dejaré el ejercito. Aquí no hay despedidas bonitas, solo despedidas, día sí, día también. Ahora tengo otros síndromes, estoy más loco por la sangre que he visto. Son embargo quiero salir. Quiero volver al barrio donde viví hace ya y ver si puedo ser mínimamente feliz conmigo mismo. Solo me queda hoy. Bajaré a los infiernos por última vez y me aseguraré de que nadie me siga nunca más.

Salto del avión y aterrizo en un fuego cruzado. Dos de mis compañeros están heridos. Los ayudo como puedo y sigo corriendo al punto de encuentro. Me cruzo con un soldado que me mira y me dispara. La bala rebota en mi casco y sigo corriendo, solo oigo el metal que resuena. No hay quien me pare.

Sunday, December 27, 2009

Transparente

La gente volvía de la fiesta en un Maruti destartalado. La ventanilla del coche, que traía a los últimos en salir, estaba medio abierta. La luz de la mañana daba vueltas alrededor del coche y el aire que entraba era fresco. Todo aquello era un tiovivo montado con blancos chorros de aire. El momento parecía sacado de una película en la que todos los protagonistas podían estar a punto de casarse o suicidarse.

Delante y por el camino, el que sería para T. su mejor antídoto durante muchos años: la vista de una ciudad inabarcable amaneciendo. La luz del sunrise entrando en las tiendas y en un coche lleno de basura - o una especie de objetos parecidos a la basura - con la música de los Dr. Feelgood, ratificaba que había elegido bien el momento de vuelta a casa.

Conducía C., y V. estiraba sus pies fuera del coche. Sus pies sangraban pero a nadie de los que se suponía le debía importar aquel detalle, entre ellos la misma V, parecía percatarse de ello. Su sangre era el combustible vital que se iban dejando en el asfalto.

El coctel, o fiesta con zombies sirviendo comida, estuvo llena de gente no invitada que parecían llevarse mejor que los propios invitados, a pesar de que estaban acreditados como amigos por un papel. No hay que esperar nunca mucho de los invitados que van a las fiestas, son mucho más predecibles. Están mucho más seguros pasé lo que pase, pensó T..

T. gritó y alzó mucho la voz. Parate C, dijo. Pero nadie parecía hacer caso, así que repitió la idea con otras palabras, las más parecidas a un sacerdote o policía que encontró. Detén el coche, C., debemos parar está perdiendo mucha sangre.

¿Qué pasa? Contestó alguien. T. abrió la puerta con el coche en marcha para demostrar que iba en serio y que no era momento de detalles, sacando ese ánimo cansado de dar explicaciones entre invitados.

Finalmente el coche se detuvo en una parte del arcén que parecía una casilla de ajedrez. La sangré empezó a caer en las piedras cuadriculares como si realmente estuviese escrito que en los tableros de ajedrez tiene que haber sangre fresca. De la de verdad.

Que alguien me pase un pañuelo o que se haga pasar por médico, dijo T. ¿Cómo? Volvió a decir la misma voz de antes pero mucho más dulce. Esta chica está perdiendo sangre. Aquí hay mucha sangre.

La gente, el número escandalosamente indeterminado que cabe en un Maruti indio con bastantes restos de basura en su interior, se alteró ahora como T. esperaba que hubiesen hecho antes cuando se coló en el coche. Fue la palabra sangre, junto con el levantado gesto de enseñarla solemnemente con la palma abierta, lo que hizo que la gente sacase sus móviles al unísono como si fuesen a indispensables en ese momento.

V. no se movió. Sus pies sangraban como si culpasen a los cristales clavados de todos los males de su vida, que a T. en ese momento le parecieron infinitos. V. estaba viva todavía. Los cristales estaban muertos pero mataban parte de ella. T. no estaba ni quería estar pero sentía que se esperaba algo de él. Pensaba en cómo se había pasado toda la noche intentando escapar de cualquier roce con todo el mundo y ahora estaba dirigiendo una operación en los pies sangrantes de esta mujer. Ahora era el anfitrión desesperado por controlar esta fiesta con sangre de por medio.

¿Alguien sabe cantar? Preguntó T.. Nadie dijo nada durante unos segundos. Una chica con cara de uva de nochevieja dijo que podía cantar si era necesario. Bien, pues canta algo que te recuerde a tus padres, le dijo T.. Trata de pensar que están aquí, que estamos en una fiesta de adultos. Cuando dijo adultos se dio cuenta de la tontería que acababa de decir.

Se remangó la camiseta. Le dijo a V. que escuchase la canción y que no pensase en nada, que no tenía nada más que una nota musical en el pie y que se la iba a intentar colocar. T. escuchó la canción que decía algo de un niño que volaba una cometa . Cometa? Este momento lo he vivido ya, pensó antes de mandar la señal desde su cerebro.

CRACK!

El cristal salió y se cayó al suelo, lo pisó con la fuerza y pausa de un elefante. Se acordó de que tenía que llamar a casa para decir que los quería a todos.


Wednesday, November 04, 2009

Moderación gitana

Tuvo la suerte de hablar con una de las reinas gitanas. Mencionó con cuidado los sentimientos de los hombres. Comunes.

Dijo de él que buscaba un sentimiento de pertenencia. Enseguida lo entendió y siguió a la suyo, como Rómulo y Remo. Mamando como un poseso.

Paseando por la ciudad se encuentra con multitudes de edificios antiguos, con manzanas y manzanas repletas de gente, tantas que él se desborda por dentro. De entre tanto y tanto, no consigue agarrar nada, y eso hace que en su cabeza se multipliquen los sonidos de una batería. La misma sensación de siempre, piensa, cuantas cosas en este mundo.

Si esperas lo de fuera que nunca llega, siempre parece que pierdes. Vives como un gigante deforme en un aeropuerto al que la gente ve, pero nadie toca. Todos quieren crecer más y más, menos tú, que sólo esperas calor. Miras las colas de gente y los asientos ocupados esperando que te regalen una historia para vivirla. Da igual que sea de ahora o antigua, sólo cuélgala en youtube.

Cuando nada llega, llamas a tu amigo común, que tiene una estatura normal y una constitución aceptable, para que te deje acercarte a su tocador repleto de besos. La vida se vuelve amarillentamente hepatética. Te dan ganas de dar la vuelta a tu barcaza y emitir señal pirata. Las señales de prohibido te visitan más a menudo y te dicen que dejes de improvisar. La calle se vuelve una fábrica en donde todas las ninfas producen máquina herramienta para almacenar.

Y entonces llega el vendedor de silbatos. Andando despacio, como Casiopea. Te dice que puedes volar y que no tienes que sufrir porque otros arrastren los pies. Te dice que las nubes no pasan porque tú las mires, sino porque existes y eres una de ellas. A continuación da de comer a un perro y a un montón de ratas. Sólo hay un dios, y siempre es presente. Lo dice la letra pequeña de todas las leyes.

Ponte las zapatillas y camina. Si no es ahora... ¿Cuándo? Da igual que pienses que estás en tiempo de descuento, esos son los goles más celebrados y más difíciles, ¿o no?

La vida es verde, ahora, como esa pradera donde todas las tardes los niños juegan al futbol.


Friday, July 10, 2009

Preshant con piedra en mano

La gente habla del presente.
La gente habla.
La gente.

Presente no hay más que dos. El que se vive y el que no se vive, siempre más agraciado que el primero. Ese es el que nunca se equivoca. Ese es el que nunca tiene una palabra menos ni una más. Compuesto por Mozart.

Mientras tanto la gente, y uno mismo, carga con piedras para tirárselas al que sí ha vivido y determina el caché. El presente que se vive lo puedes encontrar en youtube. Es mundano y ruidoso. El otro tienes que buscarlo en las conversaciones ajenas, vamos en facebook, que es donde ves ahora más conversaciones que nunca, y también las más ajenas.

A un hijo tuerto siempre le llamarás hijo, y por su nombre, nunca le llamarás tuerto. Si el presente vivido es tu hijo, por qué tirarle piedras y reirte de él comparándolo con el que no ha sido ni será. Digo yo, perdone usted. Perdonado.

Ama a la gente porque son ellos los que te rodearán cuando revienten tus tuberías. Porque son ellos los que bailarán a ritmo de polka tus desgracias y lloraran tus alegrías. Como tú te has presentado a ellos.

En un pueblo de India, un chico le tiró una piedra a un picatoste rico. Le dijo que no fue a propósito pero el mandamás le dio una torta que le cruzó la cara. El chaval vio el mundo, los pájaros moverse de un lado a otro. Se movía su cara. Eran las bofetadas que le daban todos los del pueblo.

-¿Por qué me pegáis si todos le odiamos? - dijo el niño sangrando odio por la nariz.
- Yo sólo quería jugar a las piedras y sin querer le pegué en la cabeza.

Nadie dijo nada. Sólo un pequeño anciano o anciana - imposible de discernir su sexo -, que también había pegado pero casi no provocó dolor, se acercó y dijo :

- Lo sentimos a medias, pequeño Preshant. Entiende que representa el presente que no viviremos jamás.

Friday, May 22, 2009

Batido en rosa

Todos buscábamos el amor por las esquinas.
Todos reíamos en blanco mineral.
Llovían flechas de goma entre nosotros
la mirada del otro se significó,
dejó de ser un papel arrugado en la esquina.

Sonreí y te mentí. Para creer en el pasado.

Dibuje mis piernas cruzadas en un cesped nuevo
salvé todos tus recuerdos
cadenas de flores entre los dos.

Admití que te ame siempre cuando vi tu destino atado a un árbol
te seguí por montañas alicatadas en blanco.

Solo.

Las rocas empezaron a ser redondas y soleadas
fotos de otras personas contigo aparecían en el camino.
Sin dejar de sufrir mamé todos los pezones robados,
castigando murmullos.

En los jardines del amor sánscrito un perro me guió
hasta ti. Sus pulgas olían a nicotina.
Llegaste en un barco de pequeños troncos del futuro.
Navegamos juntos y me contaste las historias de tu niñez.

La gran cascada se oyó a lo lejos,
me puse nervioso pero tú miraste dentro de mí.
"Ya confías en mí, no tienes miedo".
El torrente llenó mis pulmones y me elevó por los aires como a un personaje barato de playstation. No podía respirar.

Esa ola me sacó de tu lado
me dejo en la orilla de la sinrazón.
Te quitaste.
Vi la renuncia de tus ojos,
sin gafas ni genes de por medio.
Me pedían que andase y sintiese.

Yo escribiría ahora la sálida en globo rosa,
del padre y el hijo.

Sin besos encintados ni credos de autor.

Juntos
Por encima de ti y de mí.